Imaginación sembrada en la llanura del hábito
Creado el: 11 de octubre de 2025
Siembra imaginación por toda la llanura del hábito y verás aparecer nuevos caminos. — Paulo Coelho
De la metáfora al terreno real
Coelho propone un gesto agrícola sobre un paisaje mental: sembrar imaginación en la llanura del hábito para que broten caminos. La imagen resulta precisa porque, en ciudades y campus, aparecen “desire paths”, sendas que surgen donde la gente camina antes de que los urbanistas decidan pavimentar. Del mismo modo, cuando dejamos caer ideas en la rutina, emergen atajos, rodeos y rutas inéditas. Así, la metáfora nos sugiere menos un arrebato creativo y más un proceso de cultivo: observar, plantar, regar, esperar. A partir de aquí conviene preguntarnos por la llanura en sí: ¿por qué el hábito aplanó tanto el terreno?
El hábito: ahorro de energía y zona plana
El hábito automatiza para liberar atención; es un excelente contable del tiempo, pero un mal cartógrafo del futuro. Como explica el bucle señal–rutina–recompensa (Duhigg, The Power of Habit, 2012), la repetición estabiliza la conducta y reduce costo cognitivo. Sin embargo, esa homogeneidad lisa impide ver bifurcaciones potenciales. Por ello, la imaginación no niega al hábito: lo airea, como quien oxigena la tierra compactada para que admita semillas. El siguiente paso, entonces, consiste en comprender cómo el cerebro responde cuando introducimos novedad en esa superficie estable.
Neurociencia de la novedad y los nuevos mapas
La novedad activa circuitos dopaminérgicos que incrementan atención y aprendizaje; estudios muestran que estímulos novedosos enganchan el sistema mesolímbico (Bunzeck y Düzel, Neuron, 2006). A la vez, el hipocampo, clave para mapear espacios y conceptos, se adapta con la exploración sostenida: los taxistas de Londres presentaron cambios estructurales asociados a la navegación (Maguire et al., PNAS, 2000). En creatividad, la coordinación entre red por defecto y control ejecutivo facilita conexiones remotas (Beaty et al., PNAS, 2015). Así, pequeñas dosis de novedad abren vetas en el terreno; enseguida, conviene traducir esta dinámica a microprácticas cultivables.
Micro-experimentos que surcan la rutina
Sembrar imaginación no exige épica, sino ensayos breves: prototipos de 20 minutos, rotación de perspectivas o restricciones elegidas (Brown, Change by Design, 2009). La investigación de Teresa Amabile sugiere que el progreso cotidiano —aunque sea mínimo— nutre la motivación creativa (Amabile, Creativity in Context, 1996). Por eso, introducir una variación controlada en un punto del bucle del hábito (nuevo disparador o recompensa distinta) puede abrir un surco sin colapsar el sistema. Desde aquí, la lógica se extiende a equipos y organizaciones que desean “pavimentar” después de observar por dónde la gente ya camina.
Organizaciones que pavimentan tras observar
Algunas empresas institucionalizan el sembrado: el 15% de 3M y el 20% de Google liberan tiempo para explorar, de donde surgieron Post-it y Gmail. Hackatones y “días de experimento” permiten que emerjan desire paths antes de formalizar procesos. En emprendimiento, la effectuation propone partir de medios disponibles y iterar con socios para descubrir rutas (Sarasvathy, 2001). La clave es no imponer autopistas sobre mapas hipotéticos, sino consolidar caminos que ya demostraron tracción. Esta sensibilidad tiene ecos culturales profundos, especialmente en la tradición literaria hispánica.
Caminos en la cultura: Machado y Borges
Antonio Machado afirmó: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar” (Campos de Castilla, 1912). Su verso dialoga con Coelho: el paso —la prueba imaginativa— antecede al trazo definitivo. Borges, en “El jardín de senderos que se bifurcan” (Ficciones, 1941), lleva la idea al extremo: cada elección abre universos alternos. Estas resonancias recuerdan que los caminos no se descubren en mapas previos, sino que emergen cuando probamos rutas sobre la llanura. Con este telón de fondo, queda delinear un método sencillo para sembrar sin perder la estabilidad del hábito.
Un método simple para mañana
Empieza por cartografiar una rutina estable y elige un punto de mínima fricción; siembra una variación concreta y medible durante una semana. Cambia la señal (lugar u hora), altera la rutina (formato o herramienta) o ajusta la recompensa (feedback inmediato) para observar qué sendero se marca. Registra efectos breves al cierre del día; si el rastro se sostiene, pavimenta: estandariza lo útil y vuelve a sembrar en otro tramo. En suma, imaginación y hábito no son rivales: el primero abre caminos, el segundo los consolida. Juntos convierten la llanura en un paisaje transitable y fértil.