Comenzar a vivir: sin miedo ni remordimientos

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Todos deberíamos empezar a vivir antes de hacernos demasiado viejos. El miedo es estúpido. Los remordimientos también lo son. — Marilyn Monroe

Comenzar a tiempo

Tomando la frase como brújula, la urgencia de vivir antes de envejecer no se reduce a una prisa frenética, sino a una lúcida administración del tiempo. Séneca, en De brevitate vitae, ya advertía que no nos falta vida, sino que la malgastamos en distracciones. Del mismo modo, la cultura de la postergación crea la ilusión de que el mañana será más propicio, cuando en realidad los hábitos que hoy descuidamos también se endurecen con la edad.

Desarmar el miedo

A partir de esa urgencia, el siguiente obstáculo es el miedo, que Monroe tilda de estúpido para subrayar su irracionalidad práctica. La psicología cognitiva muestra que magnificamos amenazas por sesgos como la disponibilidad (Kahneman, 2011), y que la exposición gradual reduce la ansiedad al demostrar, con hechos, que somos más capaces de lo temido. Así, la valentía no elimina el miedo, pero lo vuelve manejable al convertir incertidumbre en aprendizaje.

La lógica del remordimiento

Superado el miedo, aparece su sombra tardía: el remordimiento. La investigación sugiere que, a largo plazo, solemos lamentar más lo no intentado que los errores de acción (Gilovich y Medvec, 1995). Coincide con los hallazgos de Bronnie Ware en The Top Five Regrets of the Dying (2011), donde muchos desearon haber vivido fieles a sí mismos. Daniel H. Pink, en The Power of Regret (2022), propone usar el remordimiento como brújula: una emoción que señala valores descuidados y sugiere el próximo paso valiente.

Monroe como espejo

Lejos del cliché, la propia Monroe encarna la tesis: fundó Marilyn Monroe Productions (1955) para negociar mejores papeles y dignificar su trabajo, estudió en el Actors Studio con Lee Strasberg y asumió riesgos creativos que culminaron en Con faldas y a lo loco (1959). A la vez, sus notas íntimas en Fragments (2010) revelan vulnerabilidad y búsqueda de sentido. Su vida, entre brillo y quebranto, funciona como advertencia y estímulo: vivir antes no significa no caer, sino elegir con mayor conciencia.

Valentía práctica, no temeridad

Para que la exhortación no sea eslogan, conviene operacionalizarla. La ética clásica ya distinguía el valor de la temeridad: la valentía, decía Aristóteles en la Ética a Nicómaco, es el término medio entre huir y lanzarse sin juicio. Herramientas concretas ayudan: microactos diarios de coraje (una conversación difícil, una propuesta), experimentos de 7 días para ensayar hábitos, y el Marco de Minimización del Arrepentimiento de Jeff Bezos: proyectarse al futuro y preguntar si dolerá más no intentarlo que fallar.

Legado y comunidad

Finalmente, vivir antes madura en vínculo y significado. Erikson describió la generatividad como el impulso de cuidar y crear para otros en la adultez; Frankl, en El hombre en busca de sentido (1946), mostró que propósito y responsabilidad amortiguan el sufrimiento. Al orientar la valentía hacia proyectos que trascienden lo personal—mentoría, arte, trabajo cívico—disminuyen miedo y remordimiento porque el foco se desplaza del yo al servicio. Así, la frase de Monroe deja de ser consigna y se vuelve práctica de vida compartida.