Intentarlo siempre: el verdadero triunfo del fracaso

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Puedo aceptar el fracaso; todos fracasan en algo. Pero no puedo aceptar no intentarlo. — Michael Jordan

Aceptar el tropiezo, no la renuncia

Para empezar, la frase de Michael Jordan delimita un compromiso ético: podemos convivir con el error porque forma parte de la condición humana, pero es inaceptable renunciar a actuar. Ese giro desplaza el foco del resultado al coraje de presentarse, recordándonos que el fracaso no es una identidad sino un evento. En vez de estigmatizarlo, lo convierte en materia prima del aprendizaje. Así, la medida del carácter deja de ser el marcador final y pasa a ser la voluntad de volver a la cancha, una y otra vez, incluso cuando el miedo al ridículo o al juicio externo amenaza con inmovilizarnos.

La forja de Jordan en la secundaria

En segundo término, la anécdota fundacional de Jordan refuerza el principio: no integró el equipo universitario de su escuela en su segundo año y debió quedarse en la categoría junior. “The Last Dance” (ESPN, 2020) muestra cómo ese revés se convirtió en gasolina para entrenamientos extenuantes, tiros repetidos hasta la extenuación y una disciplina cotidiana innegociable. La narrativa no glorifica el dolor, sino la reorientación: en lugar de aceptar la etiqueta de “no suficiente”, aceptó el trabajo de ser mejor. De ese modo, el tropiezo deja de ser un veredicto y se vuelve una brújula que indica dónde concentrar el esfuerzo.

Del fracaso al aprendizaje: mentalidad de crecimiento

A partir de ahí, la psicología ofrece un lenguaje preciso para esta actitud: la mentalidad de crecimiento. Carol S. Dweck, en Mindset (2006), muestra que quienes interpretan el desempeño como maleable—no fijo—persisten más, buscan retroalimentación y convierten errores en datos. La frase de Jordan ecoa esa lógica: aceptar fallar es aceptar información, no resignación. Además, cuando el intento sostenido se vuelve hábito, el rendimiento deja de depender del talento inicial y empieza a depender de ciclos iterativos de práctica, evaluación y ajuste. Así, lo que parecía una derrota se reconfigura como el primer borrador de una victoria futura.

La contabilidad honesta del error

Más aún, Jordan hizo pública una contabilidad del fracaso que desdramatiza el error: “He fallado más de 9.000 tiros… he perdido casi 300 partidos… y 26 veces confiaron en mí para el tiro ganador y fallé”, confesó en el anuncio “Failure” de Nike (1997). Al poner cifras sobre la mesa, quita el aura mítica al éxito y lo revela como promedio de intentos, no como acto mágico. Esa transparencia construye resiliencia social: cuando los ídolos muestran sus fallos, el resto entiende que equivocarse es condición de posibilidad, no excepción vergonzante.

Trasladar la lección a la vida diaria

En la práctica cotidiana, el principio se traduce en prototipos, entregas tempranas y feedback real. El enfoque build–measure–learn de The Lean Startup (Eric Ries, 2011) institucionaliza el “inténtalo” mediante ciclos cortos que toleran fallas y priorizan aprendizaje validado. En estudios, trabajos creativos o emprendimientos, el acto de intentar genera datos, mientras que la inacción solo prolonga la incertidumbre. Por eso, mejor un experimento imperfecto con lecciones claras que un plan impecable sin contacto con la realidad. Así, la valentía de probar reemplaza la ilusión de controlar todos los riesgos desde el escritorio.

Disciplina: el puente entre intento y logro

Con todo, intentar no es impulsividad, sino sistema. Entrenadores como Tim Grover describen en Relentless (2013) la rutina de Jordan: preparación mental, repetición deliberada y estándares autoimpuestos que no dependen del marcador del día. La disciplina convierte el “lo intentaré” en “lo intento todos los días”, cerrando la brecha entre intención y ejecución. Además, el método reduce el costo emocional del fallo: cuando existe un proceso, cada error tiene un lugar y una corrección, y el progreso se vuelve acumulativo. Así, el esfuerzo deja de ser esporádico y se transforma en identidad.

Reencuadrar el miedo para poder actuar

Finalmente, superar la parálisis exige reencuadrar el miedo. La Teoría de las Perspectivas de Kahneman y Tversky (1979) muestra que la aversión a la pérdida nos vuelve conservadores justo cuando deberíamos explorar. La solución práctica es diseñar “intentos seguros”: metas de proceso, exposición gradual y métricas de aprendizaje que premian el progreso, no solo el resultado. Al reducir el costo percibido del error, crece la probabilidad de actuar. De este modo, la máxima de Jordan se vuelve operativa: aceptar el fracaso como peaje, pero rechazar la no-acción como destino.