Dar primero: la inteligencia de la reciprocidad

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Si quieres recibir, primero debes dar; este es el comienzo de la inteligencia. — Lao Tsé

El gesto inicial

El aforismo de Lao Tsé condensa una intuición práctica: dar antes de recibir no es ingenuidad, sino una forma de leer el mundo. Quien ofrece primero reconoce la interdependencia como ley básica de la vida; por eso, abrir la mano abre también canales de retorno. Llamarlo “el comienzo de la inteligencia” sugiere que la claridad mental no es solo cálculo, sino comprensión del flujo de valor, confianza y cuidado que sostienen cualquier comunidad. Desde esta base, dar no se reduce a moralismo; es una decisión estratégica y ética a la vez. Así como sembrar precede a la cosecha, el gesto inaugural crea condiciones para que algo circule. Y cuando algo circula, la vida —y los vínculos— prosperan.

El Tao y la abundancia circular

En el Dao De Jing (c. s. VI a. C.), la abundancia se entiende como circulación: “El sabio no acumula; cuanto más ayuda a los demás, más tiene” (cap. 81). El capítulo 8 compara el bien supremo con el agua, que beneficia a todo sin competir. Dar primero, entonces, no es sacrificar, sino alinearse con el Tao: permitir que el valor fluya sin aferramiento. Esta visión se articula con el wu wei, actuar sin forzar. Quien da desde la no-competencia disuelve resistencias y crea un cauce natural por donde regresan oportunidades, cooperación y cuidado. Así, el gesto de dar deja de ser un acto aislado y se vuelve sintonía con una dinámica mayor.

Tradiciones convergentes de generosidad

A la vez, otras corrientes convergen. Aristóteles, en la Ética a Nicómaco (Libro IV), presenta la liberalidad como virtud: distribuir bien los recursos según circunstancias y fines. Aquí, dar es inteligente cuando acierta en medida, momento y destinatario. De modo afín, el Hávamál nórdico aconseja “regalo por regalo”, reconociendo la reciprocidad como hilo social. Estas voces no idealizan la entrega ciega; la sitúan en un arte de discernimiento. Dar primero inaugura una relación de mutuo reconocimiento, no un circuito de deudas. Esa sutileza enlaza con la psicología contemporánea, donde el beneficio del otro suele, paradójicamente, retornar al dador.

Cerebro social: placer y confianza

La evidencia lo respalda. Dunn, Aknin y Norton (Science, 2008) mostraron que gastar en otros incrementa el bienestar más que gastar en uno mismo. Harbaugh, Mayr y Burghart (Science, 2007) observaron activación en circuitos de recompensa al donar, incluso bajo impuestos, señal de que el cerebro celebra el dar. Además, Kosfeld et al. (Nature, 2005) hallaron que la oxitocina aumenta la confianza entre desconocidos. En conjunto, estos hallazgos explican por qué el dar inicial suele catalizar cooperación: eleva el ánimo, sembrando disposición a corresponder, y eleva la confianza, reduciendo el riesgo percibido. La inteligencia de la que habla Lao Tsé reside, también, en activar estos mecanismos humanos profundos.

Estrategia que funciona a largo plazo

En teoría de juegos, Axelrod (The Evolution of Cooperation, 1984) mostró que tit for tat —empezar cooperando y luego corresponder— rinde de forma robusta en dilemas iterados. Nowak (Science, 2006) describió reglas por las que la cooperación evoluciona, incluida la reciprocidad indirecta: damos hoy porque la reputación mañana retorna. Trivers (1971) ya había formulado el altruismo recíproco como ventaja adaptativa. Dar primero, entonces, es una señal: “estoy dispuesto a cooperar”. Esa señal reduce incertidumbre y coordina expectativas, multiplicando las ganancias futuras para ambos. No es candidez; es invertir en un juego repetido donde la confianza compone interés.

Capital social y redes abiertas

Granovetter (1973) mostró que los lazos débiles conectan oportunidades; Putnam (Bowling Alone, 2000) subrayó que el capital social —confianza y normas de reciprocidad— mejora resultados colectivos. Dar primero densifica esas redes. En un proyecto de código abierto, por ejemplo, una desarrolladora liberó su biblioteca sin pedir nada; semanas después, desconocidos corrigieron errores, escribieron documentación y la recomendaron en conferencias. El aporte inicial había creado reputación y atrajo una comunidad. Así, el dar funda infraestructuras invisibles: flujos de información, favores y aprendizaje que, con el tiempo, devuelven más de lo invertido.

Practicar el dar con sabiduría

No obstante, dar no implica agotarse. La inteligencia incluye límites: Aristóteles pidió medida; el Tao aconseja no forzar. La autocompasión descrita por Kristin Neff (2003) protege del desgaste, permitiendo sostener la generosidad sin quebrarse. En la práctica, conviene definir márgenes, pedir reciprocidad explícita cuando es sano y mantener claridad de propósito. De este modo, dar primero no se vuelve servilismo ni cálculo frío, sino una forma lúcida de habitar relaciones vivas. Al sembrar con discernimiento, se cosecha con profundidad.