Del sentido al oficio: aprender de la adversidad

3 min de lectura

Cuando el sentido impulsa tus decisiones, incluso la adversidad se convierte en una lección de oficio. — Viktor E. Frankl

Una brújula llamada sentido

Para empezar, la frase de Viktor E. Frankl condensa su tesis central: el sentido, más que el placer o el poder, orienta la voluntad. En El hombre en busca de sentido (1946), relata cómo un porqué —un ser querido por reencontrar, una tarea por culminar— sostenía decisiones mínimas en medio del campo de concentración. Así, el sentido opera como brújula ética y práctica, capaz de ordenar prioridades cuando todo alrededor parece caótico. Y, al orientar cada elección, crea un hilo conductor que vuelve inteligible el dolor, abriendo el paso al aprendizaje.

Elegir la actitud como primera decisión

A continuación, decidir con propósito no elimina el sufrimiento, pero transforma su estructura. Frankl insistía en que la última de las libertades humanas es elegir la actitud ante las circunstancias (El hombre en busca de sentido, 1946). En la misma línea, Nietzsche escribió: "Quien tiene un porqué para vivir soporta casi cualquier cómo" (Crepúsculo de los ídolos, 1889). Esta elección inicial no cambia el golpe, pero sí el ángulo desde el que se recibe; de ese giro depende que la experiencia se degrade en amargura o se eleve a aprendizaje concreto.

Del taller a la vida: lección de oficio

Concretamente, cuando el sentido guía, la adversidad se vuelve lección de oficio. Como en un taller, las astillas enseñan a sostener la gubia y los errores se convierten en técnica. La estética del kintsugi repara cerámica con oro: la fisura deviene rasgo de carácter final, no defecto oculto. De modo análogo, cada tropiezo puede institucionalizarse como procedimiento: una checklist, un límite explícito, una conversación difícil ensayada. Así, lo que duele hoy se transforma mañana en destreza transmisible.

Respaldo empírico: resiliencia y crecimiento

En este sentido, la investigación empírica respalda la intuición de Frankl. Tedeschi y Calhoun (1996) describen el crecimiento postraumático: cambios positivos que emergen cuando la crisis se integra en un relato con propósito. George A. Bonanno (2004) mostró que la resiliencia es más frecuente de lo esperado, especialmente cuando hay apoyo social, flexibilidad emocional y marcos de significado. A su vez, la psicología narrativa de Dan McAdams (2001) explica cómo traducimos eventos dolorosos en capítulos organizadores, capaces de orientar decisiones futuras.

Motivación con raíces: valores en acción

Asimismo, el sentido florece cuando nuestras elecciones alinean autonomía, competencia y vínculo. La teoría de la autodeterminación de Deci y Ryan (2000) indica que los motivos autodirigidos sostienen la energía a largo plazo y protegen del desgaste. Traducir valores en hábitos —por ejemplo, priorizar integridad sobre urgencia— otorga coherencia al día a día. Entonces, incluso bajo presión, la conducta deja de ser reactiva y se vuelve artesanía moral: un hacer que refleja quiénes queremos ser.

Prácticas para convertir golpe en aprendizaje

Por último, hay métodos concretos. El reencuadre de la logoterapia invita a preguntar: "¿Qué reclama de mí este momento?". La intención paradójica —nombrar y exagerar con humor una ansiedad— reduce su dominio (Frankl, 1946). Además, diarios de decisiones con un "qué aprendí" por línea, micro-rituales de cierre tras errores y actos de servicio convierten el tropiezo en destreza. Así, la adversidad deja de ser interrupción y pasa a ser taller, donde el sentido dirige la mano y el carácter se afina.