Haz todo el bien que puedas, por todos los medios que puedas, de todas las maneras que puedas. — John Wesley
Un imperativo que evita excusas
La frase de Wesley condensa una ética de disponibilidad total: el triple “todo/todos/todas” cierra las rutas de escape de la pereza y del autoengaño. Para él, la santidad no era un sentimiento interior, sino amor eficaz que se verifica en obras. De ahí que escribiera que la perfección cristiana es amor orientado a la acción y sostenido en el tiempo, no un arrebato ocasional (A Plain Account of Christian Perfection, 1766). Así, el bien deja de ser aspiración vaga y se vuelve programa diario.
Santidad social con método
Ese programa tomó forma en reglas comunitarias. En las Reglas Generales de las Sociedades Unidas (1743), Wesley organizó la vida de sus grupos en tres ejes: no hacer daño, hacer el bien y practicar los medios de gracia. Allí enumeró obras de misericordia—visitar enfermos, socorrer pobres, educar a los niños—que traducían la fe en acciones medibles. No por azar los llamaron metodistas: el “método” era insistir en prácticas repetibles, evaluables y compartidas, para que el bien fuese hábito y no impulso esporádico.
Medios, dinero y responsabilidad
Ahora bien, hacer el bien exige medios. En el sermón The Use of Money (1744), Wesley aconsejó: “gana todo lo que puedas, ahorra todo lo que puedas, da todo lo que puedas”. No proponía acumular, sino alinear trabajo, frugalidad y generosidad para multiplicar la capacidad de ayudar. Su Diario registra la disciplina de limitar su gasto personal y donar el excedente año tras año, y su célebre visión de alcance—“considero al mundo como mi parroquia” (Journal, 1739)—amplía el radio del deber sin diluir la responsabilidad local.
Ejemplos de bien organizado
La consigna produjo instituciones concretas: la escuela de Kingswood para hijos de mineros (1748), dispensarios y fondos de socorro en Londres, visitas sistemáticas a cárceles, y un testimonio antiesclavista culminado en su carta a William Wilberforce (1791) alentando la abolición. Estos casos muestran que “todas las maneras” no equivale a activismo caótico, sino a bien organizado, sostenido y comunitario. De ese modo, la misericordia se vuelve infraestructura y no solo gesto, creando canales por los que el bien puede fluir con regularidad.
Beneficios colaterales del altruismo
Asimismo, la ciencia contemporánea sugiere que ayudar también fortalece a quien ayuda. Meta‑análisis sobre actos de bondad encuentran mejoras modestas pero consistentes en bienestar subjetivo (Curry et al., 2018), mientras que estudios longitudinales relacionan el voluntariado con mejor salud y menor mortalidad (BMC Public Health, 2013; Okun et al., 2013). No se trata de hacer el bien por interés propio, sino de notar que el amor eficaz tiende a renovarnos, siempre que se ejerza con límites sanos y en redes de apoyo.
Discernimiento sin perfeccionismo
Por último, la invitación a “todo” no exige omnipotencia. Wesley combinó rigor con prudencia: priorizar al prójimo cercano sin olvidar al lejano anticipa debates modernos sobre efectividad y prioridad moral (Singer, 1972; MacAskill, 2015). Practicar este mandato hoy implica elegir causas de alto impacto, coordinar esfuerzos y evitar el agotamiento mediante ritmos sostenibles. Así, paso a paso, el bien posible de hoy abre el bien mayor de mañana, manteniendo intacto el espíritu de la consigna: hacerlo por todos los medios y de todas las maneras al alcance.