Despertar enriquecido: elegir sentido sobre comodidad

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Elige el sentido por encima de la comodidad y te despertarás cada mañana más enriquecido que antes — Viktor Frankl

La apuesta central de la frase

Para empezar, la sentencia de Frankl propone una jerarquía: colocar el sentido por encima de la comodidad. No se trata de glorificar el sufrimiento, sino de priorizar aquello que nos orienta —propósito, valores, contribución— incluso cuando exige salir del refugio del placer inmediato. La comodidad conserva; el sentido transforma. Elegirlo hoy prepara un yo más íntegro para mañana, de ahí la promesa de “despertar más enriquecido”. Aun así, esta idea sería abstracta sin el trasfondo vital de quien la enuncia. Precisamente, su biografía convierte la tesis en experiencia encarnada y abre paso a la pregunta decisiva: ¿qué ocurre cuando el confort desaparece, pero el sentido permanece?

Frankl en los campos: el experimento extremo

A continuación, Frankl observó en los campos de concentración que quienes mantenían un “para qué” resistían mejor el “cómo” (Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos, 1889, frase que él cita). En El hombre en busca de sentido (1946/1959), describe gestos mínimos —como compartir el último trozo de pan— que revelaban la última libertad: elegir la actitud. Allí, la comodidad era imposible; el sentido, en cambio, seguía disponible. De esa constatación brota una ética de la responsabilidad interior: aun cuando el control externo se pierde, permanece la capacidad de orientar la vida hacia un significado. La promesa de despertar enriquecido nace precisamente de esa conquista invisible.

Logoterapia: voluntad de sentido y tres vías

Seguidamente, su logoterapia define la voluntad de sentido como motivación primaria, distinta del placer (Freud) o el poder (Adler). Frankl propone tres vías para realizarlo: crear o realizar una obra; vivir una experiencia valiosa —en especial, el amor—; y adoptar una actitud digna ante el sufrimiento inevitable (El hombre en busca de sentido, 1946/1959). Cuando el confort compite con estas vías, elegir el sentido robustece el carácter. Por eso, al amanecer, uno despierta “más rico”: no por haber descansado más, sino por haber tejido, la víspera, un hilo de significado que continúa al día siguiente.

Ecos filosóficos: de la eudaimonía a la virtud

Asimismo, la tradición filosófica refuerza este giro. Aristóteles, en la Ética a Nicómaco, describe la eudaimonía no como placer efímero, sino como florecimiento a través de la virtud y la finalidad. Esta noción dialoga con Frankl: lo valioso no siempre es cómodo, pero sí humanizante. De hecho, la comodidad sin dirección tiende a la inercia; el sentido, aun áspero, dinamiza. Así, la elección diaria por lo significativo no es estoicismo severo, sino una forma de libertad: preferir aquello que nos vuelve capaces de bien, incluso cuando implica fricción.

Evidencia contemporánea sobre propósito y bienestar

Además, la investigación actual respalda la intuición. En Psychological Science, Hill y Turiano (2014) hallaron que tener propósito vital predice menor mortalidad a largo plazo, incluso controlando otros factores. A su vez, Seligman, en Flourish (2011), incorpora el sentido como pilar del modelo PERMA, mostrando que el bienestar sostenible requiere algo más que emociones placenteras. En conjunto, estos datos sugieren que la comodidad aporta alivio momentáneo, mientras el significado estructura la vida, la salud y la resiliencia. De ahí la conveniencia de traducir la idea en prácticas concretas.

Prácticas cotidianas: convertir incomodidad en brújula

Por lo tanto, conviene ritualizar la elección. Tres gestos bastan: declarar por la mañana una intención de servicio (¿a quién ayudaré hoy?), priorizar primero la tarea significativa aunque sea incómoda, y cerrar el día registrando un aprendizaje con sentido. Además, una “incomodidad elegida” —llamada con propósito, estudio exigente, ejercicio— puede servir de brújula: si cuesta pero encarna valores, probablemente enriquece. Al repetir este ciclo, el sueño deja de ser fuga y el despertar, saldo a favor: lo realizado añade densidad a la identidad que amanece.

Más allá del yo: sentido que se comparte

Finalmente, el sentido crece cuando se vuelve vínculo. Frankl subraya que el amor revela el potencial del otro y nos saca de la autorreferencia (El hombre en busca de sentido, 1946/1959). Mentorías, cuidados y cooperación cotidiana trasladan la elección del sentido del ámbito privado al común, multiplicando su efecto. Así, cada mañana no solo despierta un individuo más enriquecido, sino una comunidad ligeramente mejor orientada. Elegir sentido sobre comodidad, entonces, deja de ser un esfuerzo solitario y se convierte en una cultura de propósito compartido.