Cuidar es la medida de lo humano pleno

Cuidar de los demás es una expresión de lo que significa ser plenamente humano. — César Chávez
Raíz ética del cuidado
Para empezar, la frase de César Chávez afirma que el cuidado no es un gesto accesorio, sino el núcleo de nuestra humanidad compartida. Desde la filosofía clásica, Aristóteles llamó al ser humano un animal político, hecho para la vida en común (Política, c. 350 a. C.). Del otro lado del mundo, la ética africana del Ubuntu resume: “una persona es persona a través de otras personas”. Ambas tradiciones convergen: cuidar no es caridad, sino una práctica que nos constituye y nos refleja. Con este trasfondo, pasemos del principio a la acción organizada, donde el cuidado se vuelve fuerza cívica y no solo sentimiento privado.
Chávez: solidaridad hecha acción
A continuación, el legado de Chávez muestra cómo el cuidado moviliza justicia. En la huelga de la uva de Delano (1965–1970), los trabajadores agrícolas sostuvieron boicots y piquetes, pero también redes de cuidado: comedores, cajas de resistencia, alojamiento compartido. En su ayuno de 1968, Chávez presentó el cuidado como disciplina moral capaz de transformar conflictos en dignidad pública. Así, la atención a las necesidades inmediatas —alimentar, curar, acompañar— se convirtió en estrategia de largo aliento. Esta experiencia social conduce a una pregunta psicológica: ¿qué mueve y sostiene el cuidado en el tiempo sin agotarnos?
La psicología de la empatía eficaz
Asimismo, la psicología social distingue formas de empatía que orientan el cuidado. C. Daniel Batson mostró que la empatía compasiva —centrarse en el otro— predice ayuda más desinteresada que la angustia personal, que busca aliviar el propio malestar (The Altruism Question, 1991). Esta diferencia sugiere prácticas protectoras: atención plena para regular emociones, límites saludables para evitar el desgaste y apoyo colectivo para distribuir la carga. Enlazando con lo anterior, cuando la compasión se organiza y se cuida a sí misma, puede traducirse en instituciones más justas.
La ética del cuidado en la teoría
Por otra parte, la teoría moral ha elevado el cuidado a principio público. Carol Gilligan describió una voz ética que prioriza relaciones y responsabilidad (In a Different Voice, 1982). Más tarde, Joan Tronto propuso fases del cuidado —prestar atención, asumir responsabilidad, proveer y recibir— como criterios para evaluar políticas (Moral Boundaries, 1993). Esta perspectiva desplaza el cuidado del ámbito privado a la esfera común: no basta con buenas intenciones; hace falta competencia, tiempo y reconocimiento. Con ello, se prepara el terreno para prácticas de gobernanza que protejan activamente la interdependencia.
Cuidado y políticas públicas
En la esfera pública, la pandemia de COVID-19 evidenció que el cuidado salva vidas y teje resiliencia: redes de apoyo mutuo, distribución de alimentos y llamadas de acompañamiento limitaron daños cuando las instituciones fallaban. Elinor Ostrom mostró que las comunidades pueden gobernar bienes comunes con reglas diseñadas desde lo local (Governing the Commons, 1990). Aplicado al cuidado, esto implica construir infraestructura cívica: licencias, salud comunitaria, servicios de proximidad y participación vecinal. Así, el cuidado deja de ser improvisación y se convierte en política sostenida.
La economía invisible del cuidado
Además, el cuidado sostiene mercados y hogares, aunque muchas veces permanece invisible. Nancy Folbre llamó la atención sobre su valor social y su infravaloración económica (The Invisible Heart, 2001). Informes de ONU Mujeres han documentado el peso del trabajo no remunerado en el bienestar colectivo. Reconocerlo exige inversión, servicios accesibles y corresponsabilidad entre Estado, empresas, familias y hombres y mujeres por igual. Esta corrección de rumbo no solo repara injusticias, sino que mejora la productividad al liberar tiempo y reducir cargas desiguales.
Prácticas cotidianas para humanizar la vida
Finalmente, traducir esta ética a lo diario cierra el círculo. Cuidar se aprende escuchando sin interrumpir, compartiendo tareas domésticas, participando en redes vecinales, donando tiempo o dinero, y protegiendo a quienes sostienen la vida —niñez, mayores, personas cuidadoras. Evaluar decisiones por su impacto en los más vulnerables enlaza con la lección de Chávez: la dignidad se amplía cuando el otro deja de ser un medio y se vuelve fin. Así, cuidar de los demás se revela como el modo concreto, humilde y poderoso de ser plenamente humanos.