Manos firmes e imaginativas contra la injusticia

Sigue golpeando el nudo de la injusticia con manos firmes e imaginativas. — James Baldwin
La metáfora del nudo
Baldwin condensa en un nudo la complejidad de los sistemas injustos: múltiples hebras, apretadas por años de hábito y poder. No propone un corte grandilocuente al estilo del nudo gordiano, sino golpes persistentes que aflojan fibras y abren rendijas. La imagen enseña paciencia y técnica: cada impacto, si es certero, prepara el siguiente. Así, la invitación no es a la furia ciega, sino a una perseverancia que lee el material, escucha su resistencia y aprende. Con este marco, el paso siguiente es entender qué significa golpear con firmeza sin reproducir la violencia que se intenta desatar.
Firmeza que no cede
La firmeza de la que habla Baldwin es ética antes que muscular: sostener el pulso cuando llegan el desgaste, el miedo o la cooptación. Los sit-ins de Greensboro (1960) mostraron esa constancia; jóvenes sentados ante mostradores segregados aguantaron insultos y golpes sin cambiar el objetivo. Ese temple, lejos de ser pasividad, era un golpe continuo que deshilaba la costumbre. Desde allí, la firmeza se vuelve brújula: mantiene la dirección cuando el poder ofrece atajos o dilaciones. Sin embargo, Baldwin añade otra condición indispensable: la imaginación, que decide dónde, cómo y con qué herramientas dar el siguiente martillazo.
Imaginación táctica y moral
La imaginación elige el ángulo. Los Freedom Riders (1961) imaginaron que un autobús podía ser un escenario federal para exponer la segregación; Diane Nash coordinó relevos creativos para sostener el viaje. Esa inventiva no solo cambia el método, cambia el marco del debate. Baldwin, en The Fire Next Time (1963), convoca a reimaginar la nación misma para que el “nosotros” sea real y no un eslogan. Así, la imaginación no es capricho: detecta la hebra precisa del nudo y diseña el golpe que la afloja. Y cuando la táctica necesita lenguaje, la palabra se convierte en herramienta de impacto.
La palabra como martillo
Baldwin aprendió a golpear con frases que abren grietas. Notes of a Native Son (1955) y The Fire Next Time (1963) muestran cómo el testimonio íntimo ilumina estructuras públicas. En el debate de la Cambridge Union (1965) frente a William F. Buckley Jr., su argumento sobre “el sueño americano a expensas del negro” hizo visible la fibra oculta del nudo; el auditorio cambió de posición porque vio lo que antes estaba anudado en silencio. De este modo, la literatura y la oratoria no adornan la lucha; la afinan, nombrando con precisión aquello que la fuerza sola no alcanza a soltar.
Manos múltiples, un solo compás
Golpear bien requiere coro. En 1963, Baldwin convocó a artistas y líderes para un encuentro tenso con Robert F. Kennedy; esa mesa—con Lorraine Hansberry y Harry Belafonte—mostró que coalicionar es coordinar ritmos distintos hacia una misma liberación. Cuando unas manos cansan, otras continúan el compás; cuando un frente se bloquea, otro inventa un rodeo. Por eso, la justicia avanza cuando experiencias diversas comparten herramientas y diagnósticos. La cooperación no diluye la firmeza: la distribuye, evita fracturas y multiplica la imaginación disponible.
Perseverancia con cuidado y horizonte
Golpear sin descanso no significa romperse. John Lewis hablaba de “good trouble” como disciplina sostenida, no arrebato; Audre Lorde recordó que el cuidado propio puede ser “un acto de guerra política” (A Burst of Light, 1988). Cuidarse preserva el pulso y mantiene la herramienta afinada para el siguiente intento. Finalmente, Baldwin sugiere un optimismo sin ilusión: no todo cede de inmediato, pero cada golpe acertado reordena fibras. Con manos firmes e imaginativas, la constancia se vuelve artesanía de lo posible y el nudo, por terco que sea, acaba por rendirse.