Pasar la página: temor, valentía y audacia

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Pasa la página con temor y valentía; cada nueva línea hace la historia más audaz. — Rumi
Pasa la página con temor y valentía; cada nueva línea hace la historia más audaz. — Rumi

Pasa la página con temor y valentía; cada nueva línea hace la historia más audaz. — Rumi

El umbral entre miedo y coraje

La sentencia de Rumi transforma un gesto cotidiano—pasar la página—en metáfora vital. “Con temor y valentía” no opone fuerzas, las armoniza: el temblor avisa del riesgo y la valentía decide avanzar pese a él. Así, cada línea nueva no solo continúa el relato, lo intensifica; la audacia no brota de la ausencia de miedo, sino de su negociación lúcida. Con esta clave, la vida se vuelve manuscrito en curso: lo ya escrito orienta, pero no encadena. Y, al pasar, aprendemos que la tinta del coraje se mezcla inevitablemente con la sombra del temor, produciendo contrastes que dan profundidad a la historia.

Rumi y la senda sufí del cruce

Desde la tradición sufí, Rumi (s. XIII) propone cruzar umbrales interiores mediante amor y entrega. En el “Masnaví” (c. 1258–1273), el lamento de la flauta de caña inaugura un movimiento: reconocida la separación, se busca el retorno; es decir, se pasa de la nostalgia a la travesía. Del mismo modo, en el “Diwan de Shams de Tabriz” late la consigna de “morir antes de morir”, un dejar atrás versiones estrechas de uno mismo. Así, la página que se gira no es solo temporal, es identitaria. Y, a medida que el discípulo confía (tawakkul), la historia gana audacia sin perder humildad: el miedo acompaña, pero no manda.

La vida como manuscrito en reescritura

A continuación, pensar la biografía como relato ilumina la fuerza de la metáfora. Paul Ricoeur, en “Tiempo y narración” (1983–1985), describe la identidad narrativa: nos comprendemos hilando episodios en tramas con sentido. Cada nueva línea reconfigura lo anterior, como en una edición viva de nosotros mismos. Cervantes muestra algo similar: “Don Quijote” (1605–1615) reescribe su mundo actuándolo, y su atrevimiento contagia significado. Así, no se trata de negar el pasado, sino de reinterpretarlo mientras escribimos el siguiente renglón; y en esa reescritura, el miedo sirve de editor severo y la valentía, de pluma que no se detiene.

Psicología del miedo que impulsa

Además, la ciencia confirma que avanzar con miedo es motor de cambio. La terapia de exposición muestra que la aproximación gradual remodela circuitos de amenaza (Foa y Kozak, 1986), mientras que la reconsolidación de la memoria sugiere que nuevas experiencias actualizan recuerdos temerosos (LeDoux y Pine, 2016). Pequeñas incursiones—microexposiciones—fortalecen la autoeficacia (Bandura, 1977): cada paso válido escribe una línea más audaz, disponible como evidencia interna para la próxima página. En términos de regulación, moverse dentro de la “ventana de tolerancia” (Siegel, 1999) evita la temeridad: suficiente activación para crecer, suficiente calma para aprender.

El viaje del héroe y el cruce del umbral

Por otra parte, la dramaturgia mítica delimita este gesto como rito de paso. Joseph Campbell, en “El héroe de las mil caras” (1949), describe el llamado, la negativa y el cruce: la historia gana audacia cuando se trasciende la puerta vigilada por el miedo. En paralelo, “La conferencia de los pájaros” de Attar (c. 1177) narra siete valles—Búsqueda, Amor, Conocimiento…—donde cada tramo exige soltar algo para seguir. La audacia, entonces, no es fanfarronería, sino constancia en el atravesamiento. Así, la línea siguiente no es floritura, es verificación: el relato se vuelve verdadero porque fue vivido.

Prácticas para escribir la próxima línea

Finalmente, pasar la página con sentido requiere rituales concretos. Un “cierre” breve cada noche—tres líneas sobre lo aprendido y lo que se suelta—y una “apertura” matinal—una intención ejecutable en 10 minutos—crean continuidad. La gratitud (shukr) ancla la valentía en la realidad, y una revisión semanal conecta renglones en capítulos. Si surge parálisis, reduzca la acción al gesto mínimo visible: enviar el correo, hacer la llamada, dar el primer trazo. Así, temor y valentía conviven en prácticas que no grandilocuencian el coraje, lo ejercen; y, al ejercerse, convierten la historia en algo cada día más audaz.