Pinta tu etiqueta: libertad más grande que el miedo

Rechaza que el miedo te defina; pinta una etiqueta más grande y vive dentro de ella. — Simone de Beauvoir
La consigna existencial de Beauvoir
Al rechazar que el miedo nos defina, la frase condensa la consigna existencial de Simone de Beauvoir: somos libertad en situación. En La ética de la ambigüedad (1947), sostiene que la identidad no es un dato fijo, sino una apuesta sostenida por actos. La imagen de pintar una etiqueta más grande corrige las marcas estrechas—miedo, vergüenza, destino—con un trazo voluntario, y “vivir dentro de ella” significa habitar, día a día, la promesa que declaramos. No niega la vulnerabilidad; la sitúa como punto de partida y, así, prepara el paso hacia una identidad concebida como proyecto.
Etiqueta y proyecto de vida
Para Beauvoir, la etiqueta no es máscara, sino brújula: un proyecto que organiza decisiones. El segundo sexo (1949) muestra cómo a las mujeres se les impone la etiqueta de “lo Otro”, y cómo la libertad consiste en reescribirla: “No se nace mujer: se llega a serlo”. Ampliar la etiqueta es pasar de “soy así” a “estoy eligiendo esto”. En un taller comunitario, una participante reemplazó “empleada” por “diseñadora que mejora la accesibilidad urbana”; esa nueva formulación orientó su formación y sus colaboraciones. De este modo, la palabra elegida se vuelve horizonte práctico, aunque el miedo intente sabotearlo.
El miedo como mala fe
El miedo estrecha el campo de lo posible y, si manda, deriva en mala fe: la renuncia a la propia libertad fingiendo que somos solo un papel ya escrito. Beauvoir describe esta tentación en La ética de la ambigüedad (1947): ceder a la comodidad de lo dado para evitar la ansiedad de elegir. Un profesional que se define únicamente como “cumplidor silencioso” rehúye proponer ideas por temor al error; al hacerlo, confirma el rótulo que lo empequeñece. Reconocer este mecanismo abre la puerta a otra práctica: usar el miedo como señal de frontera, precisamente donde conviene agrandar la etiqueta.
Prácticas para agrandar la etiqueta
Primero, formula una declaración amplia y operativa: “investigo y comparto conocimiento que mejora la vida cotidiana”, no solo “soy investigadora”. Luego, tradúcela en microacciones con exposición gradual: una propuesta al mes, una conversación difícil por semana; la psicología conductual muestra que la exposición progresiva reduce la ansiedad y consolida hábitos. Además, hazla pública—un compromiso con pares o mentores—y crea un archivo de evidencias: cada gesto que confirma la nueva etiqueta. Finalmente, revisa trimestralmente el enunciado; la libertad, como recuerda Beauvoir, es iterativa y se corrige en marcha. Así, la etiqueta grande se vuelve práctica cotidiana.
La dimensión colectiva y política
Asimismo, ninguna etiqueta se habita en soledad: las instituciones definen y limitan. El segundo sexo (1949) analiza cómo los mitos sociales encogen lo posible; por eso, ampliar etiquetas requiere alianzas. Un grupo que se nombra “vecinas que cuidan el río” pasa de quejarse a monitorear vertidos y negociar con autoridades; el nombre convoca prácticas y legitima demandas. Del mismo modo, los movimientos feministas han ensanchado lo decible y lo vivible, permitiendo que muchos habiten etiquetas antes impensables. Así, el cambio personal se sostiene en marcos colectivos que hacen respirable la nueva identidad.
Vivir dentro de ella: riesgo y responsabilidad
Por último, vivir dentro de la etiqueta ampliada implica riesgo y responsabilidad: no garantiza éxito, pero sí coherencia entre elección y acto. Beauvoir propone una ética de la ambigüedad donde la incertidumbre no paraliza, sino que obliga a evaluar efectos en uno mismo y en los otros. Habitar el nuevo rótulo significa sostenerlo cuando duele, ajustar cuando deriva en dogma y celebrar los avances sin absolutizarlos. En esa práctica, el miedo deja de ser definitorio y se vuelve brújula de crecimiento. Rechazar su gobierno, pintar más grande la etiqueta y actuar en consecuencia es, a la vez, un gesto íntimo y un compromiso público.