Permanecer firmes y encender luces para otros

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Quédate donde estás y enciende una luz para quienes vienen detrás. — Desmond Tutu
Quédate donde estás y enciende una luz para quienes vienen detrás. — Desmond Tutu

Quédate donde estás y enciende una luz para quienes vienen detrás. — Desmond Tutu

La ética del faro

Desmond Tutu condensa en su frase una ética de presencia: no huir del lugar donde duele, sino sostenerse ahí y, mientras tanto, ofrecer claridad. Su papel en la Comisión de la Verdad y Reconciliación de Sudáfrica (1995) ejemplifica este gesto; al presidir audiencias públicas, Tutu no buscó escapar del trauma, sino convertirse en faro para una comunidad desorientada. Incluso en No Future Without Forgiveness (1999) insistió en que la luz —el perdón como verdad dicha en voz alta— orienta a quienes llegan después. Así, quedarse no es pasividad; es una decisión activa de orientar.

Liderazgo quieto y arraigo

Desde ahí, la idea de “quedarse” se vincula con un liderazgo que guía sin imponerse. El Dao De Jing (s. IV a. C.) sugiere que el mejor líder es aquel cuya influencia parece natural, porque está enraizada donde la gente vive. Tutu, en vez de centrarse en gestos grandilocuentes, encarnó ese arraigo: presencia constante, escucha paciente y una luz que no enceguece, sino que revela camino. En tiempos de prisa, este liderazgo quieto recuerda que la brújula moral se calibra permaneciendo, no corriendo.

Memoria que ilumina

A su vez, encender una luz significa cuidar la memoria para quienes llegan tarde al relato. Las Abuelas de Plaza de Mayo (fundadas en 1977) han sido ese faro: volver una y otra vez a la plaza, pañuelo blanco mediante, para que los nombres no se pierdan en la noche. Su perseverancia demuestra que el testimonio colectivo no solo denuncia; también orienta a los jóvenes sobre dónde pisar. De este modo, memoria y futuro se abrazan: la luz de ayer evita que tropecemos mañana.

Mentoría como luz compartida

De manera complementaria, la mentoría encarna la consigna de Tutu en el terreno cotidiano. Paulo Freire, en Pedagogía del oprimido (1970), defendió un aprendizaje dialógico en el que el maestro permanece con la comunidad para que el saber circule. Pienso en la maestra que, tras la última clase, deja apuntes, rutas de lectura y tiempo de oficina: no se va sin más; deja encendida la lámpara. Así, el conocimiento deja de ser una linterna privada y se convierte en alumbrado público.

Tecnología y conocimiento abierto

En el terreno digital, la metáfora también se cumple. Wikipedia (2001–) y el software libre muestran cómo mantener encendidas luces colectivas: documentación clara, historial transparente y tutores que acompañan a quienes contribuyen por primera vez. Linus Torvalds, al abrir Linux (1991), y la cultura de licencias Creative Commons (2002) ilustran que quedarse —mantener, revisar, explicar— produce infraestructuras de confianza. Cuanto más accesible la lámpara, más caminos aparecen para quienes llegan.

Prácticas cotidianas para ser faro

Por último, encender una luz exige hábitos sostenibles: documentar decisiones, narrar errores, dejar rutas de salida y entrada, y crear ritos de traspaso. Atul Gawande, en The Checklist Manifesto (2009), mostró cómo listas y protocolos reducen la oscuridad del olvido en hospitales; lo mismo vale para equipos, barrios y aulas. Si cada acción termina con una breve guía para el siguiente, convertimos logros individuales en sendas transitables. Así, quedarse no es estancarse: es asegurar que el paso dado hoy ilumine el de mañana.