El progreso se mide por el rumbo elegido

Mide el progreso no por la distancia que has dejado atrás, sino por la dirección que elijas a continuación. — Martin Luther King Jr.
Del kilómetro al rumbo
Al inicio, la frase atribuida a Martin Luther King Jr. nos invita a cambiar de instrumento: del cuentakilómetros a la brújula. No basta con haber avanzado; importa hacia dónde nos dirigimos ahora. En términos sencillos, el progreso no es un escalar (cuánto), sino un vector (cuánto y en qué dirección). Esta inversión del criterio obliga a evaluar decisiones presentes más que trofeos pasados. Así, el pasado deja de ser un pedestal y se vuelve contexto. La pregunta se desplaza de “¿cuánto he logrado?” a “¿qué sentido orienta mi próximo paso?”. Ese giro, aunque sutil, reordena prioridades: la coherencia ética y estratégica supera el impulso de acumular logros que, sin rumbo, pueden resultar vacíos.
Raíces éticas en la visión de King
A continuación, la brújula moral de King aclara el porqué del rumbo: la justicia. En su “Letter from Birmingham Jail” (1963), insistió en que la espera indefinida traiciona la justicia: “una justicia demasiado demorada es justicia denegada”. El llamado no era a correr más rápido, sino a orientar la acción hacia la dignidad y la igualdad, sin dilaciones oportunistas. Además, King popularizó la imagen del arco del universo moral que “se inclina hacia la justicia”, tomada de Theodore Parker (1853). Ese arco no garantiza resultados automáticos; señala dirección. Elegir el siguiente paso conforme a ese arco —aunque sea pequeño— mantiene el progreso real, porque lo alinea con un fin ético verificable.
Lecciones del movimiento por los derechos civiles
Luego, la historia concreta confirma la tesis. El Boicot de Autobuses de Montgomery (1955–56) no fue el tramo más largo, pero sí un viraje crucial, culminando en Browder v. Gayle (1956), que declaró inconstitucional la segregación en autobuses. No se midió el éxito por la duración del boicot, sino por el rumbo que fijó. Más tarde, las marchas de Selma a Montgomery (1965) mostraron que, pese a retrocesos y violencia, la dirección persistente hacia el sufragio igualitario abrió el camino a la Voting Rights Act (1965). Entre ambos hitos hubo pausas, tropiezos y cárcel; sin embargo, la constancia del rumbo —no la velocidad— produjo avances duraderos y medibles en derechos.
Psicología: de la meta fija a la trayectoria
Asimismo, la psicología respalda este enfoque. Carol Dweck, en Mindset (2006), explica que la mentalidad de crecimiento privilegia la trayectoria de aprendizaje sobre los resultados inmediatos. Importa si el siguiente paso amplía capacidades, no solo si engrosa un marcador. Por su parte, Teresa Amabile y Steven Kramer, en The Progress Principle (2011), muestran que los “pequeños avances significativos” en la dirección adecuada alimentan la motivación sostenida. Cuando el equipo entiende hacia dónde apunta y celebra el próximo paso coherente, la energía se renueva. Así, la dirección se convierte en combustible psicológico, evitando que la obsesión por hitos aislados agote el sentido.
Estrategia: brújula antes que velocímetro
Por otra parte, en gestión conviene recordar la Ley de Goodhart (1975): cuando una métrica se convierte en objetivo, deja de ser buena métrica. Marilyn Strathern (1997) lo sintetizó: si la medida es el fin, se pervierte el sistema. Es decir, correr para inflar números desvía el rumbo. En cambio, marcos como el Balanced Scorecard (Kaplan y Norton, 1992) o la idea de una “North Star Metric” buscan alinear indicadores con la dirección estratégica. La prioridad no es acumular distancia, sino preservar la coherencia del trayecto. Bien elegidos, los indicadores sirven a la brújula; mal elegidos, la desmagnetizan.
Elegir el siguiente paso con propósito
Finalmente, elegir dirección exige un criterio explícito. En Where Do We Go from Here: Chaos or Community? (1967), King reclamó pasar de una sociedad orientada a “cosas” a una orientada a “personas”. Ese filtro convierte decisiones tácticas en actos con sentido: ¿este próximo paso dignifica vidas, amplía libertades, reduce daño? En la práctica, clarificar propósito, establecer principios no negociables y definir señales de rumbo (qué aceptamos, qué no) permite corregir curso sin perder el norte. El progreso, entonces, no es celebrar la milla anterior, sino comprometerse con el siguiente tramo que mantiene el arco inclinado hacia la justicia.