Amor organizado: manos firmes que cultivan justicia
Organiza tu amor en acción; la justicia crece a partir de manos firmes. — Angela Davis
El amor como verbo político
Para empezar, la frase de Angela Davis transforma el amor de emoción privada en compromiso público. No basta con sentir; hay que coordinar, sostener y hacer. En esa línea, bell hooks, en All About Love (2000), describió el amor como voluntad persistente de nutrir el crecimiento propio y ajeno, una definición que, trasladada al espacio cívico, exige estructuras y prácticas. Davis, en Freedom Is a Constant Struggle (2016), insiste en que la ternura se vuelve fuerza cuando se organiza.
Del afecto al poder colectivo
Desde allí, organizar es el puente entre un deseo justo y su realización. Los movimientos que perduran convierten afectos dispersos en poder coordinado: así lo mostró el Student Nonviolent Coordinating Committee durante Freedom Summer (1964), donde la solidaridad se tradujo en registros de voto y educación cívica (Eyes on the Prize, 1987). Del mismo modo, el Highlander Folk School formó a activistas como Rosa Parks antes del boicot de Montgomery, demostrando que el coraje florece cuando encuentra método y comunidad.
Manos firmes: disciplina y cuidado
A continuación, “manos firmes” no invoca dureza ciega, sino disciplina con cuidado. La firmeza sostiene la no violencia estratégica, protege a lxs vulnerables y evita que la indignación se agote en gestos aislados. Ella Baker resumía esta ética: “personas fuertes no necesitan líderes fuertes” (c. 1958), subrayando la constancia cotidiana por encima del heroísmo efímero. En esa clave, la firmeza se parece más a una respiración colectiva que a un puño cerrado.
Cuidar es hacer justicia
Asimismo, Davis enlaza justicia con trabajo de cuidados, desbordando lo penal hacia lo social. Women, Race & Class (1981) muestra cómo el racismo y el patriarcado se entrecruzan en el hogar, la fábrica y la cárcel; por eso, reparar implica también salarios, salud, vivienda y tiempo. La idea anticipa el término “interseccionalidad” de Kimberlé Crenshaw (1989), donde múltiples opresiones se entrelazan. Si el daño es complejo, el amor organizado debe ser integral.
Prácticas que encarnan el amor
De manera práctica, el amor se organiza con herramientas concretas: sindicatos que negocian tiempo digno; cooperativas que democratizan la economía (el movimiento Mondragón, desde 1956); presupuestos participativos que redistribuyen poder local (Porto Alegre, 1989). Incluso la justicia restaurativa—círculos que reparan daño y restauran vínculos—muestra cómo la ternura puede tener procedimientos, cronogramas y métricas sin perder su alma.
Persistencia y memoria compartida
Finalmente, la justicia “crece” porque es proceso y cultivo. El boicot de autobuses en Montgomery duró 381 días, una lección de paciencia coral (Branch, Parting the Waters, 1988). Davis recuerda que todo avance descansa en memorias de lucha y redes que cuidan a quienes cuidan. Así, organizar el amor es sembrarlo en instituciones y hábitos; manos firmes lo riegan, hasta que la justicia deje de ser horizonte y se vuelva suelo.