Manos con propósito hacen retroceder al mundo

Cuando pones tus manos al servicio del propósito, el mundo retrocede. — bell hooks
La ética encarnada de bell hooks
Para empezar, la frase de bell hooks condensa su convicción de que la teoría cobra vida cuando el cuerpo se compromete con una causa. En Teaching to Transgress (1994), ella insiste en que el aula y la calle son espacios continuos, donde pensamiento y acción se entrelazan. Poner “las manos” al servicio del propósito significa abandonar la contemplación estéril y materializar una ética del cuidado y la justicia. Así, All About Love (2000) propone el amor como práctica: no un sentimiento etéreo, sino un conjunto de actos deliberados. En ese sentido, la imagen de las manos subraya que el propósito no se declara: se hace, y al hacerse, reconfigura las fuerzas que nos rodean.
Del deseo a la brújula del propósito
Luego, conviene distinguir el deseo individual del propósito compartido. El primero puede dispersarse en metas competitivas; el segundo orienta la energía hacia el bien común. Feminist Theory: From Margin to Center (1984) de hooks muestra que nombrar el propósito desde los márgenes transforma prioridades: del ascenso personal a la dignidad colectiva. Este giro no niega la ambición, la reorganiza. Cuando las manos sirven a una brújula ética —reparar, educar, alimentar, acompañar— la acción gana dirección y persistencia. Así, lo que parecía intento aislado se vuelve práctica sostenida, atravesando la fatiga y la duda, porque no responde a caprichos, sino a una razón de ser compartida.
Cuando el mundo retrocede: estructuras y rituales
Asimismo, “el mundo” alude al entramado de costumbres y poderes que parecen inamovibles hasta que la praxis los desafía. Los sit-ins de Greensboro (1960) mostraron cómo cuerpos sentados, manos sobre mostradores segregados, obligaron a negociar lo impensado; el Student Nonviolent Coordinating Committee amplificó ese gesto cotidiano en presión histórica. hooks lee estos actos como pedagogías públicas: acciones simples, repetidas con disciplina, que desenmascaran la fragilidad del statu quo. De este modo, el retroceso no es magia, es consecuencia: ante una práctica coherente, las instituciones ajustan su curso, a veces con violencia y demora, pero inevitablemente expuestas a su propia contradicción.
Pedagogías de la acción y comunidad
De ahí pasamos al aprendizaje como praxis. Teaching to Transgress (1994) y Teaching Community (2003) proponen aulas donde el conocimiento se prueba con las manos: huertos escolares, círculos de lectura en cárceles, redes de cuidado mutuo. Paulo Freire, en Pedagogy of the Oppressed (1970), ya advertía que aprender es nombrar el mundo para transformarlo. hooks añade el componente afectivo: sin vínculos, no hay perseverancia. Cuando una clase cocina para su barrio o mapea violencias locales, el propósito deja de ser consigna y se vuelve músculo. Así, la educación deviene un laboratorio de democracia en el que el mundo, confrontado por evidencias vivas, debe ceder terreno.
Arte y trabajo manual como política
En paralelo, hooks defendió el arte como práctica de libertad. Art on My Mind: Visual Politics (1995) muestra cómo el hacer —tallar, bordar, filmar, muralizar— es lenguaje político. Un taller de carteles para una campaña de vivienda, por ejemplo, no solo comunica un mensaje: organiza cuerpos, genera autoestima y siembra memoria. Audre Lorde, en The Uses of the Erotic (1978), llamó a esa energía creativa una fuente de poder ético. Cuando las manos crean, disciplinan la atención y alinean deseo y propósito; y al circular las obras en la comunidad, el “mundo” debe reubicarse, reconociendo otras narrativas y otros centros de valor.
Cuidado, descanso y perseverancia estratégica
Finalmente, sostener el propósito exige ritmos que lo hagan habitable. hooks habla de una ética del amor que protege a las personas tanto como a las causas (All About Love, 2000). En la misma línea, Tricia Hersey propone el descanso como resistencia en Rest Is Resistance (2022), recordando que el agotamiento perpetúa el orden que se quiere transformar. Alternar acción con cuidado —alimentación, sueño, terapia, límites— no diluye el ímpetu: lo afina. Así, las manos que sirven no se quiebran, se entrenan; y porque perduran, el mundo retrocede no por un golpe efímero, sino por la insistencia paciente de una vida alineada con su propósito.