Ímpetu antes de aplausos: resultados mediante movimiento

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Busca el ímpetu antes que los aplausos; el movimiento engendra resultados. — John Dewey
Busca el ímpetu antes que los aplausos; el movimiento engendra resultados. — John Dewey

Busca el ímpetu antes que los aplausos; el movimiento engendra resultados. — John Dewey

El sentido pragmatista de la frase

Al elegir el ímpetu sobre los aplausos, Dewey invoca el núcleo del pragmatismo: la verdad de una idea se prueba en la acción. Para Dewey, el valor de lo que pensamos reside en sus consecuencias observables, no en el reconocimiento inmediato. En Human Nature and Conduct (1922) describe los hábitos como corrientes de acción que, una vez activadas, reorganizan el entorno y a la persona. Así, el movimiento no es mero gesto: es el inicio de una cadena de efectos que reconfiguran problemas y posibilidades. Esta mirada desplaza el foco del resultado celebrado al proceso que lo hace posible, abriendo paso a la pregunta clave: ¿cómo poner en movimiento el aprendizaje para que produzca efectos?

Aprender haciendo en la tradición de Dewey

En el aula, su respuesta fue inequívoca: aprender haciendo crea ímpetu. Democracy and Education (1916) y How We Think (1910) muestran que el conocimiento crece cuando manipulamos materiales, formulamos hipótesis y las contrastamos. Un taller escolar que construye un huerto o una estación meteorológica transforma conceptos en destrezas, y también en responsabilidad compartida. Como en los laboratorios que Dewey impulsó, el error se vuelve dato y la curiosidad, motor. De ese modo, la práctica inaugura un camino iterativo que nos conduce del primer movimiento a la mejora continua.

Iteración: del movimiento a la mejora

Precisamente, el ímpetu cobra sentido cuando se traduce en ciclos. Shewhart y Deming formularon el PDSA—planificar, hacer, estudiar, actuar—(c. 1939–1950) para convertir la acción en aprendizaje acumulativo. The Lean Startup (Ries, 2011) retomó esta lógica con su bucle construir-medir-aprender. Incluso los hermanos Wright encadenaron vuelos breves y ajustes metódicos antes de 1903, priorizando datos del túnel de viento sobre la fama. La lección es directa: pequeños pasos repetidos generan conocimiento robusto. A partir de aquí emerge otra cuestión: ¿qué combustible sostiene esos ciclos cuando escasea la ovación?

Motivación intrínseca frente al aplauso

Ahí entra la motivación intrínseca. La teoría de la autodeterminación (Deci y Ryan, 1985/2000) muestra que autonomía, competencia y vínculo social nutren el empeño sostenido. Edward Deci (1971) documentó que recompensas externas pueden mermar el interés genuino por la tarea. En términos de Dewey, el placer de investigar y resolver problemas vale por sí mismo, y esa orientación vigoriza el movimiento cuando no hay aplausos. Sin embargo, para que la motivación no se disuelva, necesitamos señales de progreso que respalden el sentido del esfuerzo y orienten el siguiente paso.

Medir lo que importa, no la vanidad

De ahí la importancia de medir lo pertinente. La Ley de Goodhart advierte: cuando una medida se convierte en objetivo, deja de ser buena medida. Los “me gusta” o los aplausos son marcadores ruidosos; en cambio, indicadores guía—retención de usuarios, ciclos de aprendizaje por semana, defectos corregidos—alimentan decisiones. El Toyota Production System (Ohno, 1978) privilegió el flujo y la calidad a través del gemba y del andon, no la producción vistosa. Ajustar las métricas al propósito reorienta la energía hacia el trabajo significativo, preparando el terreno para convertir el impulso en hábito.

Del impulso sostenido al hábito creativo

Finalmente, el movimiento rinde frutos cuando se institucionaliza en hábitos y sistemas. Dewey insistió en que los hábitos son instrumentos maleables que nos moldean mientras actuamos (Human Nature and Conduct, 1922). Diseñar el entorno—ritmos, límites de trabajo en curso, revisiones periódicas—permite que el ímpetu no dependa del ánimo del día. En una clave contemporánea, James Clear, Atomic Habits (2018), resume: “nos elevamos al nivel de nuestros sistemas”. Así, al priorizar ímpetu, medición prudente y aprendizaje iterativo, cumplimos el dictum de Dewey: el movimiento, sostenido y con sentido, termina por engendrar resultados.