Construir hoy para allanar el mañana de otros

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Construye de formas que faciliten el camino de la próxima persona. — Frederick Douglass

La ética de allanar el camino

La invitación de Douglass nos propone una regla de oro aplicada a la acción: no basta con alcanzar metas personales; hay que dejar huellas transitables. Así, construir es un acto moral cuando reduce fricción a quien viene detrás, ya sea un colega, un vecino o una generación futura. El foco se desplaza de la gloria del autor al bienestar del usuario siguiente, lo que transforma la obra en un puente y no en un monumento.

Douglass como arquitecto cívico

Esta ética no fue retórica en su vida. Con The North Star (1847), Douglass creó una plataforma para amplificar voces abolicionistas, ofreciendo ruta y luz a otros. En Seneca Falls (1848) defendió el sufragio femenino, abriendo carriles compartidos en la lucha por los derechos. Incluso asumió la presidencia de la Freedman’s Savings Bank (1874) para intentar proteger los ahorros de personas recién emancipadas. Y su oratoria —“What to the Slave Is the Fourth of July?” (1852)— dejó un lenguaje y un marco que activistas posteriores pudieron reutilizar y fortalecer.

Diseño accesible y mantenible

Si construir es facilitar, entonces el buen diseño empieza por la accesibilidad. Rampas, tipografías legibles y lenguaje claro no son adornos: son carriles de incorporación. La Web adoptó este principio con pautas como las WCAG 2.1 del W3C (2018), que convierten a cada botón y contraste en una invitación al tránsito. En paralelo, la mantenibilidad —código modular, interfaces estables, licencias abiertas— evita que el siguiente equipo herede ruinas. Así, cada decisión técnica actúa como una señalización que reduce dudas y costos futuros.

Documentación que abre puertas

Tras el diseño visible, la documentación es la barandilla que evita caídas. Guías como PEP 8 en Python (2001) o la guía de estilo de GOV.UK (2012) muestran cómo una convención compartida convierte la entrada en servicio en un paseo en lugar de una escalada. Manuales claros, ejemplos mínimos y contextos explicados crean continuidad; quien llega tarde no empieza de cero, sino desde una página ya numerada. Documentar, en suma, es regalarle tiempo al futuro.

Mentoría y patrocinio que multiplican

Facilitar el camino también es transferir legitimidad. Douglass apoyó públicamente a Ida B. Wells tras leer “Southern Horrors” (1892), prestándole su prestigio en la lucha contra el linchamiento. Ese gesto muestra la diferencia entre aconsejar y patrocinar: no solo decir cómo avanzar, sino mover obstáculos con el propio nombre y red. En equipos y movimientos, el patrocinio convierte puertas entreabiertas en entradas francas, acelerando trayectorias que, de otro modo, quedarían atrapadas en la antesala.

Infraestructuras y políticas que reducen fricción

Con ese marco, las instituciones se vuelven máquinas de facilitar. Bibliotecas públicas, como las impulsadas por las fundaciones de finales del siglo XIX, democratizaron el acceso al conocimiento; estándares de voto y registro simplificados reducen el “peaje” cívico; transporte fiable conecta oportunidades. Cada norma justa elimina pequeños tropiezos que, acumulados, frenan generaciones. Diseñar políticas es, por tanto, trazar vías expresas por donde el esfuerzo individual rinde más y la suerte pesa menos.

Medir la facilidad: deuda y transición

Para sostener esta ética, conviene medir la fricción. La “deuda técnica” en ingeniería o la “deuda social” en servicios públicos nombran costos diferidos que encarecen el mañana. Documentar tiempo de incorporación, tasa de errores al primer uso o pasos para un trámite revela dónde atascamos a la próxima persona. Reducir ese peaje —simplificar formularios, automatizar tareas repetitivas, consolidar procesos— es un retorno compuesto que libera energía para innovar.

Ser buenos ancestros

Finalmente, construir para otros exige horizonte largo. Como sugiere Roman Krznaric en The Good Ancestor (2020), decidir con el punto de vista de quienes aún no existen evita atajos costosos. Douglass encarnó esa mirada al tejer coaliciones y lenguajes que sobrevivieron a su tiempo. Así, cada proyecto puede preguntarse: ¿qué parte resiste, qué parte enseña y qué parte invita? Cuando las tres responden a favor, dejamos no solo obra, sino camino.