La luz asombrosa que ya habita en ti

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Ojalá pudiera mostrarte, cuando te sientas solo o en la oscuridad, la asombrosa luz de tu propio ser
Ojalá pudiera mostrarte, cuando te sientas solo o en la oscuridad, la asombrosa luz de tu propio ser. — Hafiz

Ojalá pudiera mostrarte, cuando te sientas solo o en la oscuridad, la asombrosa luz de tu propio ser. — Hafiz

Una promesa de claridad interior

Hafiz nos habla como quien enciende una lámpara en una habitación olvidada: no te ofrece una luz ajena, te recuerda la tuya. Cuando nombra la soledad y la oscuridad, no niega el dolor; lo integra como el telón de fondo donde la luminosidad propia se reconoce mejor. Así, el consuelo no consiste en distraerse, sino en ver. De este modo, la frase desplaza la búsqueda desde afuera hacia adentro: no se trata de llegar a ser alguien, sino de permitir que aparezca lo que ya eres.

Raíces sufíes de la imagen de la luz

En la tradición sufí, a la que pertenece Hafiz de Shiraz, la luz simboliza la presencia divina que palpita en cada ser. Sus ghazales evocan tabernas, espejos y el Amado como metáforas del despertar interior, en sintonía con el célebre Verso de la Luz del Corán 24:35. Aunque la línea citada se popularizó en versiones libres como The Gift de Daniel Ladinsky (1999), su espíritu coincide con el núcleo sufí: el tesoro ya está en casa, solo falta reconocerlo. Así, la luz no es premio moral ni logro ascético; es recuerdo.

Psicología del consuelo: auto-compasión y presencia

La imagen de Hafiz dialoga con hallazgos contemporáneos. La investigación de Kristin Neff sobre autocompasión (2003) muestra que tratarnos con amabilidad, reconocer la humanidad compartida y mantener atención consciente reduce rumiación, depresión y soledad. A la vez, enfoques como la Terapia de Aceptación y Compromiso de Hayes et al. (1999) invitan a observar los pensamientos oscuros como eventos pasajeros, no como la verdad de quienes somos. Así, la luz interior se vuelve una práctica: notar, sostener y elegir valores, incluso cuando la mente pronostica sombras.

La oscuridad como maestra y umbral

Lejos de ser enemiga, la oscuridad puede ser el crisol de la claridad. Jung habló de la sombra como aquellos aspectos negados que, al integrarse, liberan energía creativa. Del mismo modo, Viktor Frankl, en El hombre en busca de sentido (1946), describe cómo el sentido puede vislumbrarse en medio del sufrimiento, no a pesar de él. Visto así, el mensaje de Hafiz no niega la noche: la usa como umbral. Primero se acepta el silencio, luego se perciben destellos, y finalmente se confía en que la aurora llegará.

Prácticas para encender la propia chispa

De manera práctica, conviene comenzar con pausas breves: tres respiraciones conscientes para habitar el cuerpo; nombrar con suavidad lo que se siente; colocar la mano en el pecho como gesto de cuidado. Después, escribir una carta compasiva a uno mismo o un diario de luz donde anotar micropruebas de valor, bondad o resiliencia del día. También ayuda cerrar el día recordando un acto, por pequeño que sea, que expresó tu mejor intención. Cada gesto es un cerillo en la penumbra, y la suma enciende la lámpara.

El espejo de los otros y el retorno

Aunque la luz sea propia, a veces necesitamos un espejo humano para verla. Winnicott describió el sostén suficiente de un entorno que refleja al niño con seguridad afectiva, y la teoría polivagal de Stephen Porges (2011) explica cómo las señales de seguridad en la relación calman el sistema nervioso. Por eso, un amigo, un terapeuta o una comunidad pueden mostrarte la claridad que olvidaste. Finalmente, al recordar tu luz, cierras el círculo de Hafiz: vuelves al mundo capaz de alumbrar a otros, y en ese acto tu propia llama se aviva.