Para practicarlo, conviene diseñar micro-rebeliones seguras. Empieza por una restricción y rómpela a conciencia: cambia de herramienta, invierte el orden, limita colores a dos y vulnera la regla en un punto. Además, fija ritmos breves con evaluaciones diferidas: primero producir sin juzgar, después editar. Como en los cuadernos de estudio, la cantidad abre espacio a la rareza fértil. Finalmente, comparte versiones tempranas con colegas capaces de disentir; su fricción afina la forma. Así, de una sola línea inesperada, el gesto se convierte, paso a paso, en obra que merece su riesgo. [...]