Finalmente, reconocer que el cuerpo nunca traiciona a un alma herida nos invita a escuchar sus señales y responder con empatía. En lugar de ver los síntomas como enemigos, podríamos interpretarlos como llamados a la introspección y al autocuidado. Siguiendo el legado de Rumi, la reconciliación entre alma y cuerpo aporta no sólo una mayor comprensión de nosotros mismos, sino también un camino hacia el alivio y la plenitud interior. [...]