Traducido a lo diario: al defender una idea, alinea postura y propósito; una columna erguida y manos abiertas declaran transparencia. Mira con pausa, otorga espacio —como sugiere Hall— y deja que el ritmo de la voz acompañe la respiración: el gesto sostiene la palabra y no al revés.
Pequeños rituales —tomar notas a la vista, citar la fuente, reconocer dudas— son gestos que proclaman veracidad. Así, siguiendo el llamado de Woolf, cada acto se vuelve una frase clara: decir la verdad con el cuerpo para que la palabra no camine sola. [...]