Finalmente, la enseñanza de Whitman nos compromete a entrenar nuestra mirada para descubrir lo extraordinario en lo rutinario. Tal como Antoine de Saint-Exupéry relata en 'El principito' (1943), 'lo esencial es invisible a los ojos'; la capacidad de asombro es un ejercicio espiritual que se cultiva día a día. En consecuencia, la verdadera riqueza está en apreciar cada hora—de luz o de oscuridad—como un milagro renovado y merecedor de nuestra admiración. [...]