Para concluir, la cita de Dostoievski es también un llamado a revalorizar el contacto con la infancia, no solo como un descanso pasajero, sino como un modo de recuperar nuestra humanidad perdida. Al dejarnos contagiar por la frescura y el amor genuino de los niños, reparamos el desgaste cotidiano del alma y nos acercamos a una existencia más plena y esperanzadora. [...]