Por último, creer en la humanidad fomenta la compasión, pues nos recuerda que las malas acciones, aunque dolorosas, no deben conducir al escepticismo o la amargura universal. Al igual que el mar, capaz de absorber y diluir impurezas, la humanidad puede renovarse constantemente. Esta fe persistente es, en sí misma, una forma de resistencia frente al cinismo y una invitación a contribuir al bien común. [...]