Por último, traducir la idea a rutina es clave. Elija un vecino, un objetivo concreto y un horizonte de 90 días: preparar un examen, formalizar un microemprendimiento, organizar un club de tareas. Mapee activos cercanos —personas, lugares, horarios— y establezca un ritual semanal. Documente avances y compártalos para inspirar imitaciones. Al cabo, mida lo que cambió en redes, confianza y oportunidades. Si el gesto se replica en tres hogares, el vecindario habrá dado un salto. Así, la promesa de Douglass se cumple: al elevar a uno, elevamos a todos. [...]