Una editora enfrenta un informe difuso. En vez de debatir horas, escribe dos preguntas clave al autor, marca tres párrafos con ambigüedades y agenda una llamada de 15 minutos. Antes de la reunión, arma un ejemplo reescrito de cinco líneas para mostrar el estándar esperado. En 24 horas, el manuscrito mejora y el equipo acuerda criterios replicables para el resto del texto. La duda inicial se convirtió en cuatro detalles accionables y, luego, en un resultado visible. Así opera la consigna: diseñar el siguiente paso, ejecutarlo y dejar que el aprendizaje impulse el siguiente, hasta que lo importante suceda. [...]