Finalmente, conviene ritualizar la conversión del no. Pausar 24 horas, destilar tres causas controlables, diseñar un microexperimento y fechar una revisión crea cadencia. Llevar un registro de rechazos con su “aprendizaje adjunto” convierte una lista dura en un repositorio vivo.
Con el tiempo, el hábito cambia el tono de la historia: cada rechazo narra el capítulo de una mejora. Así, la frase de Roy deja de ser consigna y se vuelve método cotidiano. [...]