Si todo esto es cierto, cabe preguntar cómo practicarlo. Primero, escucha el no ajeno como materia prima: ¿qué cadencia, qué preocupación se repite? Segundo, responde con patrones memorables: frases breves, rituales mínimos, reuniones con aperturas y cierres reiterados que marquen pulso. Tercero, narra con estribillos—ideas que cualquiera pueda repetir sin tu presencia.
Finalmente, deja espacio a la improvisación. Como sugiere “The Fire Next Time” (1963), el amor que desenmascara también afina el oído: cuando la gente se reconoce en el ritmo, ya no empujas al mundo; lo invitas, y aprende, por fin, a bailar contigo. [...]