Finalmente, insistir no equivale a gritar hasta agotarse: es respirar con ritmo. Como en un coro, la entrada de unas voces permite el descanso de otras; la pausa no niega el canto, lo hace posible. Cuidar el cuerpo, compartir el micrófono y cultivar rutinas transforman la perseverancia en duración. Así, la insistencia se vuelve sostenible y la orilla del silencio retrocede, no por un golpe, sino por mareas constantes. [...]