Por último, reconocer el misterio y los ciclos de la tierra implica una actitud de respeto y responsabilidad. Cuando vemos la tierra como un espejo de nosotros mismos, emerge un sentido ético: protegerla es, en esencia, cuidarnos. Como recuerda la Carta de la Tierra (2000), solo en armonía con la naturaleza y sus ritmos podremos alcanzar un sentido pleno y humano de pertenencia y equilibrio. [...]