Finalmente, aceptar la prueba de la moralidad implica asumir una responsabilidad radical con uno mismo. No basta con predicar valores; debemos encarnarlos, incluso cuando resulte incómodo o inconveniente. Como escribió Thoreau en 'Desobediencia civil' (1849), 'Debemos ser primero sujetos de nosotros mismos.' Solo así se construye una ética social sólida, cimentada en la coherencia personal y el rechazo a las excepciones egoístas. [...]