Finalmente, Baldwin advierte que la amabilidad sin verdad deviene complicidad. Su aforismo –"no todo lo que se enfrenta puede cambiarse, pero nada puede cambiarse hasta que se enfrenta" (Baldwin, 1962)– exige una ternura que no rehúye el conflicto. La cortesía no sustituye la justicia; la prepara.
Por eso, elegir la amabilidad como rebelión cotidiana es una disciplina: decir lo difícil con cuidado, dar feedback sin humillar, protestar sin deshumanizar. Así, la duda pierde terreno y la confianza –ese bien cívico escaso– encuentra un lugar para crecer. [...]