Si el miedo se encierra en placas rígidas, la persona se entumece: hipercontrol, aislamiento, incapacidad de intimar. La investigación sobre vulnerabilidad sugiere equilibrar protección y apertura; B. Brown, en Daring Greatly (2012), describe cómo bajar segmentos de la coraza en contextos seguros fomenta conexión sin quedar indefenso. La clave está en una armadura articulada: límites claros, pero con rendijas de confianza, humor y ternura. Así, los fragmentos de miedo no se astillan de nuevo, sino que siguen reforzando el tejido de la experiencia. En última instancia, la forja propuesta por Morrison no congela la vida; la habilita para el movimiento con memoria. [...]