Finalmente, la ciudadela se levanta con rituales breves pero constantes. Un diario matinal fija una máxima y un gesto concreto del día; la regla del primer movimiento decide la primera respuesta ante el estrés (callar, respirar, observar); y un pacto de precompromiso evita deslices, como hizo Ulises al atarse al mástil en la Odisea para no ceder al canto de las sirenas. Con transiciones tan pequeñas como firmes, el pensamiento deja huella en el mundo y, acto a acto, la fortaleza interior toma forma. [...]