Al final, la mejor cosecha se reconoce porque nutre a otros. Rumi sugiere que el amor verdadero desborda; de modo afín, investigaciones sobre redes sociales indican que los comportamientos prosociales se contagian en cadena (Christakis y Fowler, Connected, 2009). Así, una intención bien cultivada—enseñar, cuidar, crear—genera semillas en quienes la reciben. Compartir resultados, aprendizajes y hasta fracasos devuelve nutrientes al suelo común: la comunidad. Este círculo virtuoso fortalece el sentido, pues lo que damos regresa como inspiración, corrección y nueva semilla. De este modo, el itinerario se cierra sin cerrarse: sembramos, cuidamos, esperamos, depuramos y compartimos, para volver a sembrar con mayor lucidez. Y así, la frase de Rumi deja de ser metáfora y se vuelve método: cultivar intenciones para futuras cosechas que alimenten muchas mesas. [...]