No todo debe registrarse: el exceso de notas convierte el método en burocracia. Mejor una página viva que un archivo perfecto. En papel hay menos distracciones y más compromiso táctil; en digital hay búsqueda y respaldo. Elige el grado de fricción que te ayude a decidir, no a postergar.
Cuida también la privacidad de lo escrito; una intención sincera necesita espacio seguro. Con estos límites, el hábito conserva su poder: la tinta recuerda sin juzgar, y la mente puede olvidar lo accesorio para concentrarse en lo esencial. Al final, escribir a diario no es acumular líneas, sino sostener la conversación más importante: la que mantienes con tu propio rumbo. [...]