Por eso, conviene empezar con lo que controlas: define tu “rincón” (un proceso, un equipo, un mostrador), explicita la regla honesta aplicable y crea evidencia accesible de su cumplimiento. Luego, invita testigos y coautores —clientes, vecinos, colegas— para compartir criterios y revisar desviaciones. Finalmente, deja que la transparencia hable por ti: tableros visibles, actas breves, decisiones fechadas. No esperes unanimidad; espera tracción. En el tiempo, el rincón cambia de atmósfera: bajan las suspicacias, sube la calidad de las conversaciones y la cooperación deja de ser una apuesta temeraria. Así, la frase de Camus se vuelve práctica diaria y no consigna. [...]