Finalmente, medir en respiraciones y pasos redefine el éxito: no es un pico de visibilidad, sino una línea de tendencia. Esta ética es especialmente valiosa en épocas de incertidumbre, cuando los aplausos se vuelven raros o arbitrarios. Al orientar la vida por métricas bajo nuestro control —atención, constancia, corrección del rumbo—, conciliamos ambición y serenidad.
Así, la propuesta no nos hace menos exigentes, sino más responsables: cada aliento centra, cada paso cuenta. El aplauso, si llega, será consecuencia; el progreso, en cambio, será elección renovada en el siguiente movimiento. [...]