Por último, cuando el recuerdo es compartido, la acción puede volverse movimiento social. Las Madres de Plaza de Mayo, desde 1977, convirtieron el duelo en caminata persistente, reclamando verdad y justicia; su ronda hizo visible lo que se quería ocultar. En Chile, el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos (2010) institucionaliza ese mismo principio: preservar para actuar.
Estas prácticas demuestran que la memoria no es un museo de vitrinas, sino un taller vivo. Siguiendo la estela de la frase, lo que sentimos —individual o colectivamente— se vuelve camino cuando lo tallamos en pasos. [...]