Finalmente, aplicar el aforismo exige un rito simple: definir el propósito, fraccionar en pasos mínimos y reservar un margen de contingencia. Una breve pausa inicial —dos minutos para clarificar criterios de éxito— evita horas de corrección. Luego, medir antes de acelerar, revisar después de cada iteración y documentar lo aprendido cierra el ciclo. Así, el método otorga dirección y la calma, continuidad; juntas convierten la prisa en innecesaria y el avance, en inevitable. [...]