Por último, la sentencia de Marco reubica el mérito moral en la elección, no en el éxito externo, anticipando debates modernos sobre la “suerte moral” (Nagel, 1979). Los resultados dependen de contingencias; la virtud, de actos deliberados. Así, decidir con propósito no garantiza victorias, pero sí otorga integridad y serenidad: se ha hecho lo que la razón y la conciencia dictan. En síntesis, cada decisión es una oportunidad de esculpir el carácter que, repetido, se llama virtud. [...]