Elige canales donde el ritmo respire: WhatsApp y Telegram para convocar, Reels/TikTok para coros replicables, radios comunitarias para arraigo. Publica versiones instrumentales y letras con licencias abiertas para facilitar remixes; acredita y comparte stems. Cuida la seguridad: evita doxxing, pide consentimiento al grabar y protege rostros si es necesario. Atiende el agotamiento: la alegría también es táctica (adrienne maree brown, Emergent Strategy, 2017). Mide sin matar la magia: cuenta nuevas voces que se suman, reuniones que nacen tras una presentación, fondos levantados o políticas discutidas a partir de la canción. Luego, itera: un buen ritmo no se agota; se adapta, incorpora acentos nuevos y mantiene de pie a quienes ya dieron el primer paso. [...]