En definitiva, la reflexión de Confucio nos invita a comprender que la virtud es tanto semilla como fruto de la vida social. Nadie que practique el bien permanece realmente solo; tarde o temprano encontrará aliados, vecinos y amigos dispuestos a acompañarlo en su causa. Así, la virtud se confirma no sólo como una cualidad personal, sino como el cimiento invisible sobre el que descansa cualquier comunidad que aspire a la armonía y la justicia. [...]