Finalmente, porque no se aferra, el logro no se pierde. Cuando una obra depende del prestigio del autor, muere con su fama; cuando encarna un cauce que otros pueden continuar, se renueva. Catedrales levantadas por generaciones y técnicas transmitidas maestro a discípulo ilustran esta continuidad viva. Así se cierra el círculo: al reconocer la danza de los opuestos y actuar sin violencia, el sabio siembra efectos duraderos. Lo que surge del ajuste fino con el mundo no necesita defensa; su forma se conserva en la transmisión, no en el control. [...]