Para sostener este impulso sin agotamiento, la compasión debe incluirnos. La psicóloga Kristin Neff, en Self‑Compassion (2011), documenta que tratarse con humanidad mejora la perseverancia y la calidad del juicio. En la práctica, conviene instaurar pequeños rituales: abrir con escucha, co‑diseñar con quienes serán afectados, revisar decisiones con el criterio de no hacer daño y medir el impacto humano, no solo el financiero.
Finalmente, al volver al imperativo de Gibran, vemos un círculo virtuoso: manos entrenadas por la compasión construyen mejor; y esas obras, al aliviar, fortalecen la creencia que las engendró. Creer, entonces, es construir con cuidado —y construir con cuidado es la forma más nítida de creer. [...]