Finalmente, mover pies y corazón exige hábitos concretos: antes de partir, formular una pregunta guía; durante el camino, registrar impresiones y dudas; al llegar, ofrecer tiempo a una causa local; al partir, devolver lo aprendido en casa. La lentitud ayuda: menos lugares, más profundidad.
Al cerrar el viaje, compartir lecturas, gastos y errores con otros crea comunidad de aprendizaje. Así, el desplazamiento se transforma en carácter, y la anécdota en criterio. Con Martí como faro, avanzamos no solo hacia otra geografía, sino hacia una versión más responsable de nosotros mismos. [...]