Por último, encarar el miedo no implica hacerlo a solas ni a cualquier precio. Si el origen es traumático, la seguridad gradual y el apoyo de redes —familia, amigos, profesionales— pueden ser la base de la serenidad. La determinación, entonces, no es rigidez sino ajuste inteligente: hoy un paso, mañana otro, y cuando haga falta, compañía. Así, el acto sereno no niega la vulnerabilidad; la hospeda y la orienta, hasta que el miedo se vuelve lo que siempre fue: una señal útil, no un soberano. [...]