Finalmente, la enseñanza de la soledad culmina en una madurez emocional que trasciende el temor al aislamiento. Comprender y respetar los silencios inevitables de los otros se vuelve un gesto de madurez y aceptación. Así, la soledad, lejos de empobrecer nuestras relaciones, las enriquece con la serenidad y el respeto necesarios para convivir en armonía, tal como celebran los poemas más íntimos de Neruda. [...]