Construir también implica saber cuándo no mover una piedra. La serenidad discierne entre lo que está bajo control y lo que no, idea central del estoicismo ya presente en el Manual de Epicteto: elegir la respuesta, no el resultado. Al aceptar ritmos y fronteras, el albañil interior evita la prisa que agrieta los cimientos.
Así cierra el círculo: valor para actuar, quietud para esperar, juicio para detenerse. Cada día ofrece un tramo breve y suficiente. Si ponemos la siguiente piedra con cuidado, sin ruido y con sentido, la obra —como quería Marco Aurelio— hablará por nosotros cuando ya no hablemos. [...]