Finalmente, para Confucio, los hábitos no son islas: mediante los ritos (li) coordinan roles y responsabilidades, alineando lo individual con lo colectivo (Analectas 12.1; 13.3, sobre la rectificación de los nombres). Cuando las rutinas son serenas y coherentes, crean expectativas confiables y, por tanto, confianza. De ahí brota un propósito que no se desgasta en impulsos: un telos practicable. Así, la armonía nace de la constancia, y la constancia, bien dirigida, orienta la vida hacia un fin que merece ser repetido. [...]